23 de enero de 2010

Rossana Reguillo sobre "La presencia imprescindible. Ensayos sobre Carlos Monsiváis"

Dejo aquí el texto que leyó Rossana Reguillo durante la presentación de La conciencia Imprescindible. Ensayos sobre Carlos Monsiváis en la FIL 2009.
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La conciencia imprescindible. Ensayos sobre Carlos Monsiváis. Introducción y compilación de Jezreel Salazar. México, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2008, 314 p.


por Rossana Reguillo


 
 
Dedicado a mi finada (vede)TINA (aco)Modoti, guerrera gatuna 
y admiradora de Miau Tse Tung, que deseó emparentar toda su vida con Catzinger


Además de una “conciencia imprescindible”, la de Monsiváis es una conciencia omnisciente, ubicua, generosa y deslumbrante diría yo y me atrevo a decir que hoy, al único mexicano que le cabe el país de sur a norte en la cabeza y en el corazón es Monsiváis.

Cuando leí este libro hace unas cuantas semanas, me pregunté cuántos ensayistas se necesitan para documentar lo que este cronista, escritor, ensayista, coleccionista, ha producido a lo largo de su riquísimo y fecundo trabajo… y, sin ánimos de aportar una respuesta, pensé que la pregunta estaba mal planteada y que quizás la interrogación válida, sería qué es lo que ha generado Monsiváis que suscita una obra de esta naturaleza, en la que 17 jóvenes ensayistas y escritores se dan a la tarea de armar su propio mapa monsivarita. 17 “pequeñas” cartografías que nos acercan, como en un caleidoscopio a la complejidad y vastedad de un “repertorio infinito” como lo llama Salazar.

Veámos la estadística: 10 hombres (incluido el compilador) y 7 mujeres, a los que reúne más allá del hecho “generacional”, el asombro y el intento por descifrar ese enigma perpetuo que es Monsiváis; 17 ensayistas en “edad de merecer”, es decir en la etapa de construir su propio espacio enunciativo y su lugar en la intensísima producción editorial mexicana; 17 sujetos y sujetas, del norte, del centro y una parte mínima también del sur, ya premiados y en plena “escribidera”; 17 miradas que por su heterogeneidad ratifican quizás que cada uno de ellos y de ellas, ha logrado apropiarse a su manera, de ese compendio nacional que llamamos Monsiváis; 17 modos de encarar una misma pregunta: la polisemia Monsivariana.

Siempre he pensado que aprendemos a pensar dentro de ciertas tradiciones y en ese sentido, pese a la diversidad de estilos y enfoques adoptados para aproximarse a la figura y la obra de Monsiváis, los 16 capítulos y la excelente presentación de Jezreel Salazar, me permiten plantear algunas mínimas hipótesis: a) la potencia de la herencia monsivarita en las nuevas generaciones de escritores; b) la centralidad de la tradición del pensamiento crítico, abierto y ensayístico que hunde sus raíces en las figuras del Ateneo de la Juventud, en Reyes muy principalmente; y c) la importancia de la cultura popular como mapa y referente, como tema y fuente, como símbolo y escritura.

Quizás, es cierto que como planteaba Monsiváis y ratifica en su introducción Salazar, estas nuevas generaciones serán capaces de llevar a otro terreno, la “sensibilidad solemne” que al propio Monsiváis le tocó como herencia directa, pero también es cierto –y en ello, discrepo con el maestro-, él mismo ha sido capaz de imprimir a su obra, no solamente un sello desolemnizador , sino la huella vital de un pensamiento vivo, crítico, capaz de interpelar a los postsesentayocheros y seguir emocionando a los “punchis-punchis” de los postochentas, como puedo testimoniar sin dificultad.

Quién no ha acudido a la Wiki-Monsi o a la Monsipedia, para entender tramos y trazos fundamentales de nuestra historia matria o, fragmentos de la cultura popular, del cine, de la lucha, del espectáculo y la música; quién, cuál, no ha aprendido de las gestas sociales y políticas de nuestra siempre en fuga democracia, quién no ha decidido estampar su firma al lado del imprescindible “abajo firmante” que ha sido Monsiváis desde el Golpe de Estado en Guatemala en 1954 (que según me contó, fue su primera firma en un desplegado y su inauguración en su ya larga trayectoria como “abajo firmante”). Por ello, el título de este libro: la conciencia imprescindible no podría ser más adecuado y “diciente”.

Cuatro apartados componen el volumen y cada parte es a la vez un todo que articula y formula una dimensión (de las muchas posibles) de Monsiváis: Tradiciones de la escritura, cuya fortaleza es trascender lo meramente descriptivo y arriesgar hipótesis en torno a la obra del autor; Evoluciones intelectuales (a mi juicio, la parte más robusta del libro), en la que a través de 3 excelentes ensayos, se analizan los propios recorridos intelectuales de Monsiváis y la centralidad en su obra de las batallas liberales y el laicismo. Desciframientos críticos, un interesante itinerario por los más variados objetos de atención del observador-cronista-coleccionista: la ciudad, la lucha, el lenguaje, los objetos que llenan el vacío y lo pueblan de significados, arman para el lector un cuadro de tipo escheriano, cuyo vector principal, es la pasión contenida en esas “obsesiones” monsivaritas que son convertidas en saber. Y, la última parte, Retrato múltiple, que logró sorprenderme, dado que había sido casi tradición que fueran los pares de Monsiváis (Pitol, por ejemplo), los que nos entregaran retratos del autor. Los instrumentos de conocer y de mirar de estos jóvenes, resultan en un Carlos Monsiváis, sino distinto, sí más complejo y festivo; más cercano y al mismo tiempo, mucho más codificado, lo que generará sin duda, otros libros sobre este libro, en una semiósis infinita cuyo vértice es la inacabable obra de Monsiváis.

Al final de mi lectura, que es personal, subjetiva, interesada y sobre todo, cómplice (por dos cuestiones claves, me declaro entusiasta nativa de la tribu monsivarita y, me declaro absolutamente fan del trabajo de los jóvenes en quienes encuentro siempre, inspiración y aprendizajes), encuentro tres preguntas para plantear:

a) ¿Es posible una lectura generacional de Monsiváis? Es decir, lo que este libro hace es el intento por reconocer de manera crítica una herencia. Una generación “Conaculta” (sin tintes peyorativos) que se ha formado en lo mejor de nuestras tradiciones críticas, que ha sido profundamente activa en la construcción de espacios editoriales que van más allá de la enunciación preciosista. Pero al centrar el libro de esta manera, me pregunto si no se pierde la posibilidad de entender los giros, los cambios, las tensiones y conflictos en la transmisión del saber en torno al ensayo y a la crónica en México. Echo en falta las voces de las generaciones intermedias, aunque eso es cierto, es otro libro.

b) En un espacio público plagado de profetas y todólogos, donde la opinocracia gana terreno al pensamiento crítico, ¿serán suficiente contrapeso las voces de una generación menos solemne, más desenfadada, menos proclive al espacio público político?, ¿quién se hace cargo de esa herencia y de esa tradición que busca(ba) intervenir el debate nacional? ¿Disputar hegemonía en el espacio público, como lo ha venido haciendo Monsiváis, será visto por las nuevas generaciones como actos que desbordan la creación literaria y ensayística, como un exceso estridente?, ¿hacia dónde muta el espacio de la opinión crítica en México?

c) y, ¿Sería posible hacer un libro de este calibre y con estas preguntas, extensivo a América Latina?, se produce silenciosa pero aceleradamente una desdensificación del tejido y los vasos comunicantes en la producción literaria, humanística y cronística en el continente. Monsiváis, lo sabemos, ha sido una pieza fundamental en el profundo y rico debate en torno a “lo latinoamericano” y él mismo, en sus “evoluciones intelectuales” ha sabido dialogar con los grandes de la región. Me pregunto, de qué manera las transformaciones radicales en la industria editorial, en los programas de estudio, en el modo de encarar la tarea creativa, impactarán en la posible o no, rearticulación de la tradición crítica latinoamericana. Dónde están, quisiera preguntarme, los pares latinoamericanos, de estos 17 jóvenes ensayistas, literatos y cronistas.

Por ahora es tiempo de celebrar que este libro viene a cumplir un papel fundamental: ofrecer un retrato de época del imprescindible y preciso, del principal de la cultura en México. Y, por supuesto, a decir en voz alta un merecido homenaje. Felicidades.

Guadalajara, 29 de Noviembre de 2009.

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