24 de agosto de 2010

Mudanza, again


El canto de un par de gallos solía despertarme y me hacía sentir fuera de la ciudad, como me gusta. También las ardillas que caminaban sobre el tejado y formaban su nido entre la madera y la lámina. ¿Extrañaré la lluvia que en momentos se colaba por una filtración de la pared?, ¿y qué decir de los varios perros con sus nombres disímiles y entrañables: Amón-Ra, Sonrisas, Nefertiti, Copo de nieve, Cleopatra...?

El gruñón Amón-Ra

La preparación rigurosa del té y la escritura poco disciplinada de un diario misántropo; el color rojizo que dominaba la estancia y el decolorado aspecto del tapete de entrada; todas esas percepciones pronto serán cosas de un ayer minúsculo y desvanecido, fotografías que cambiarán en la memoria y la sustituirán, y no dirán lo que fue.

Como no había estacionamiento, era salir cada mañana para ver de qué modo había sobrevivido el auto en su desconcierto nocturno, rodeado a veces de sirenas, como aquella noche en que entrar a la casa fue observar a dos agentes con walkie-talkies parapetados cerca de la entrada, mirando al otro lado de la cuadra, como esperando a cazar un delincuente, un secuestrador o algún otro compañero villano. Sí, la noche y sus rumores malgastados: conversaciones etílicas que azuzaban los ladridos caninos, autos paranoicos, chasquidos de botellas sabatinas (brindis callejeros, pues).

¿Recordaré otras cosas ciertamente insalvables? Una estampa MAC en la ventana. Cierto libro de Ricoeur. La floreada pantalla que cubría el foco debajo de una viga color ladrillo. Una banca repleta de periódicos en el patio, cansados de la lluvia... Y también, por supuesto, las caminatas casi siempre alejadas de la plaza y el bullicio, evitando los pequeños bares provincianos que abundan en este barrio obtuso y tan sobrevalorado de la capital del país -sin duda, uno de los que más me gustan.


Volveré por supuesto, y acaso viva algún día otra vez allá. Pero no será lo mismo: cuando vaya a cierto lugar donde solía comer, no encontraré a los mismos meseros. Y mi vida y mis deseos serán otros, y no pediré el chato de vino que acompañaba el menú.

Mientras viví allá, nunca fui a los Viveros.

3 comentarios:

  1. Ahora entiendo el porqué Denisse te alaba tanto............me he quedado anodadado.....escribes maravilloso, me imagine todo tu relato...........WOW

    Todo cambio es para bien..........espera la sorpresa que te traerá la vida......beso

    Ludwig Lass

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  2. Lástima que nunca fuiste a los viveros pero mucho peor...nunca pasaste a visitarme a mi!

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  3. Te faltó decir que el depa era conocido como el Castillo Bandamax.

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