24 de noviembre de 2014

Pupilas encendidas

Desde hace semanas, la sensación de la "movilización permanente". Es como si Ayotzinapa hubiera desanestesiado la realidad. No sólo descubro, día a día, constantes eventos (marchas, pintas, pronunciamientos, declaraciones, instalaciones artísticas...), organizados en muchos lugares de la república para protestar contra la inacción política y la indolencia del gobierno de mi país. También me sorprende la viralización de la protesta, su reproducción masiva y global.

Además, veo formas inusitadas de ciudadanizar los sentidos y las emociones: interrupción de actos diplomáticos de representantes mexicanos en el exterior (Bruselas, Buenos Aires, Basilea...), intervenciones visuales de los espacios públicos, contingentes que detentan un carácter pocas veces visto (madres con carreolas, por ejemplo) o que expresan su repudio sin las consignas habituales (unos músicos, durante una de las muchas marchas, se detienen a entonar, de manera disciplinada, el "Nabbuco" de Verdi: ¡Oh, mi patria, tan bella y perdida! / ¡Oh recuerdo tan caro y fatal! ... Traes un sonido de crudo lamento. / Ojalá te inspire el señor una melodía / que infunda al padecer, virtud). La conciencia sobre el horror se expresa aquí y allá, multiplicándose sin fin. Y comprendo de manera rotunda la imposibilidad: el recuento necesario, requiere la participación colectiva. Lo mismo el país.

Algo, entre muchas otras cosas, me asusta. No le dejo de dar vueltas a la idea de que despertar no es un acto permanente. Las formas de la ceguera en las sociedades actuales son tan diversas como efectivas. Por eso, mientras dure, hay que abrir los ojos lo más fuerte posible. Y luego cerrarlos para tomar aire, respiro, descanso. Y volverlos abrir una y otra vez, para transparentar este tiempo, encararlo a plena luz, mirarlo con las pupilas encendidas... para no tener que apagarlas definitivamente -o perderlas, como le ocurrió a Julio César Mondragón, el normalista cuyo rostro nos muestra la fisonomía fúnebre de una nación, habitada por espantos despiertos.

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