20 de noviembre de 2009

Dirección contraria

Anoche, la sensación del despojo. Cafetería afuera de la Universidad. Gritos acaso ensayados. Entregar la cartera con todas las señas de identidad. Caminan nerviosos y exaltados. "¿Quién se piensa poner gallito? A ver, a ver..." Ebriedad efusiva en el aire. Voz adrenalinosa. Sorprenderse ante el gesto revelador y éste sí, espontáneo: uno de ellos le arrebata el cigarro-a-medias a una chica. Cualquier cosa con tal de privar al otro, mostrar que dispone de ti. Un gesto burdo y risible, sin duda. Se van con las armas en alto. Se van también con una caja de donas glaseadas bajo el brazo.

Anoche, la imprevisión, sentirse espiado, expuesto. Alguien entró a mi correo. Como si no pudiera quedar atrás el sentido persecutorio. Llegué a casa y no pude dormir sino tres horas.

Luego del imperativo insomnio, volver a la vida, manejar sin licencia, poner cara de sentido-común. Termina la tarde y recibo un texto en mi celular que acaso no tranquiliza, pero alienta: "Pienso que caer no siempre es caer, a veces es sólo volar en dirección contraria".


Foto: Vladimir Saavedra

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