19 de noviembre de 2009

Presentación de "Sentido de fuga (La ciudad, el amor y la escritura)"

El próximo martes presentaré mi libro de crónicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Tengo un problema con ello: es un libro excesivamente personal, habla mucho de mis obsesiones y de mis delirios íntimos -lo cual no es muy propio para hacer crónica. Al mismo tiempo se me ha vuelto ajeno. Lo veo impreso y me parece que todas esas experiencias narradas ahí me han sido expropiadas. Para colmo, algunos de los textos me resultan ahora un tanto incómodos, plagados de insuficiencias y demasiado corregibles. Tengo la impresión de que en los días actuales no firmaría muchas de las cosas ahí escritas. No lo sé.

Rescato, no obstante, la pasión con la que fueron redactadas sus páginas. Alguien me ha dicho que en su conjunto el libro sustenta una mirada demasiado idílica. Es probable, pero no me importa. Hablo en la Advertencia de algo que en efecto aconteció: "Cautivado por esta urbe insólita, no tuve otro remedio que dejarme llevar por esa pulsión que une el registro voyeurista con el ademán crítico". Y ahora pienso que me gustaría construir mis relaciones siempre así, atento a mí mismo y a los otros. Hechizado con los ojos.

Si escribí e incluí textos tan malos como "Atmósferas oníricas" o tan excedidos como "Vecinos envidiables", en oposición hay otros que sigo apreciando (¿por cuánto tiempo más?). No me parecen desdeñables las crónicas sobre Cuevas o la titulada "Robinson en Donceles"; me gustan las dos que describen una lluvia de granizos y aquella que tiene como centro a ese monstruo sumergido llamado 'metro'. De entre tantas palabras rescato el siguiente texto, muy breve, que no es propiamente una crónica:

Del Amanecer

Sucede a veces que uno abre los ojos al despertar y la mirada es tan borrosa que el mundo pareciera ser otro, la luz nos habla con nombres distintos y los rostros y el perfil de los objetos no atinan a encontrar su nitidez, a tal grado que ya no dan ganas de volver a dormir y soñar. Uno siente que algo lo llama del otro lado de la puerta y se apura a levantarse, salir a verlo todo, y correr y correr en busca de cansancio; pero de pronto vemos cómo el horror renace en cada cosa hecho desidia, voraz rastrojo de sí misma, impenetrable misterio que no cambia. Y ya despiertos, la luz apaga nuestros ojos y no queda sino inventar un canto o un murmullo, una forma de caminar entre las ruinas o un simple silbido a través del cual los ojos vean no lo que existe fuera de nosotros, no el triste verdor ni la sal que nos llama en las espaldas, sino una luz amarillenta en cuya sombra los pies no hundan su pasado. Entonces es posible seguir, vivir un día más con la esperanza de encontrar aquella penumbra, aquella atmósfera borrosa en que los ojos se esmeraban para de vez en cuando, en un hallazgo formidable e incomunicable, clavar su brillo en una calle o en el color enigmático del cielo, y decir "por suerte he despertado", aunque el resto del día el ansia de regresar a la cama pese demasiado.


En fin, es un libro que habla de mí. De eso que vi y fui. De lo que en ciertos ratos sigo siendo. Me acompañarán Adriana González Mateos y J. M. Servín. Espero no sean comedidos.

2 comentarios:

  1. Hola Jezreel, soy Enrique
    Oye, me está gustando muchísimo tu libro, parece que todos los comentarios en la presentación y el premio no hacen más que reafirmar la calidad de tu trabajo.
    ¡Enhorabuena! Nuevamente muchas felicidades.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Enrique. Aprecio mucho lo que dices. Por acá andamos.

    ResponderEliminar