En su libro Infinitamente serio, Enrique Vila-Matas escribió una frase que en su momento me dejó infinitamente perturbado: “Y
perdóname si cuando eras feliz yo dormía”.
Acabo de encontrar otra frase que de algún modo contrarresta tal ofuscación: “Yo dormía, pero mi corazón
estaba despierto” (Cantar de los cantares,
5:2).
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