22 de abril de 2010

Pudor y escritura

En un fragmento de su libro La vergüenza, Annie Ernaux habla sobre la escritura confesional (de la que me he servido tanto en este blog). Dice así: "Es la primera vez que describo esta escena. Hasta hoy siempre me había parecido imposible, ni siquiera en un diario íntimo. Como si el hecho de escribirla fuera algo prohibido que iría acompañado inevitablemente de un castigo. Quizás el de no poder escribir nada después ... Ahora, luego de haber conseguido describir esta escena, tengo la impresión de que se trata de un suceso banal, mucho más frecuente en las familias de lo que entonces me hubiera podido imaginar. Quizá la escritura convierta en normal cualquier suceso, incluso el más dramático".

En las palabras de Ernaux se halla buena parte del impulso que cualquiera tiene a la hora de escribir un diario (sobre todo si se vuelve público). Lo compruebo al leer una página del mío:
"Si hiciese un recuento de mis equivocaciones, la lista no sería infinita, pero sí, en cambio, muy vergonzosa".

11 de abril de 2010

Jacaranda

Mientras trabajo en un texto, continúo escuchando el mecanismo de la jacaranda: los pájaros no dejan de arribar a sus moradas-ramas.


El azul es sin duda un color sonoro.

Purificación

En Jeremías (13:27) se lee “¿Cuánto tardarás tú en purificarte?” Es la pregunta que a últimas fechas me mantiene en un estado de aflicción. Pareciera como si estuviese en una competencia de persecución, concentrado en que el reloj de arena avance de modo lento para que no termine de asfixiarme, antes de poder, nuevamente, respirar.

Contemplación púrpura

Desde el respaldo del sillón, cerca de la hamaca, mis gatos practican un ritual cotidiano. Ocurre a dos horas distintas: cuando el amanecer colorea la jacaranda que se observa por la ventana y cuando la tarde arrasa el púrpura entusiasmo de sus hojas. En esos lapsos acuden a su lugar de observación favorito, se yerguen por un rato sobre la blancura del mueble mientras contemplan el cuchichear de los pájaros, y se quedan ahí, estáticos, como si estuviesen ante un retablo, fieles creyentes en una religión natural e ineludible. Especie de gárgolas, acechan cada movimiento de las ramas y mantienen el cuerpo en una tensión que los vuelve estatuas a punto del salto mortal. Poco a poco, acaso por tan concentrada meditación, sus cuerpos se relajan hasta quedar exhaustos, de modo que siguen la contemplación ya con menos furor y con mayor tranquilidad.



En esta actividad gastan minutos interminables; fatigan sus horas anhelando el universo que se les escapa todos los días, que está ya para siempre fuera de sus manos. Los acompaño y miro hacia afuera, guarecido detrás de la ventana, como implorando que algo ocurra.

10 de abril de 2010

Simulación

Envidio la seguridad de quienes llevan sin un sólo titubeo la mano del otro, la pareja en cuestión. Si bailar salsa no equivale a llevar las riendas de la propia vida, sí lo simula a la perfección.