Vencer a un tonto nos humilla
Nicolás Gómez Dávila
Nicolás Gómez Dávila
Una situación indignante: sentirse burlado. Me refiero a cuando alguien te usa como objeto de mofa, en lugar de compartir contigo la maravilla del humor, las múltiples posibilidades de la risa. Me ocurrió apenas hace unos días, estando en casa, dispuesto a ver una película. Recibí una llamada telefónica por demás infantil y pedestre, que me hizo sentir ingrato, poco atento y olvidadizo. No podía recordar a la persona que llamaba, a quien supuestamente habría conocido en una fiesta reciente. "De aquí, tendré que ir directo al psicólogo", me dijo la chica. Entre la ofuscación y el azoro, no entendí, sino hasta más tarde, que había sido sujeto de una broma.
Entonces es cuando sobreviene la sensación del ridículo: resulta humillante que otros se "diviertan" a tus costillas y, peor aún, bajo la máscara del anonimato. Hay en todo esto mucho de soberbia disfrazada de tontería: ocurre cuando te tratan como inferior, como a alguien con quien se puede ser mezquino, un ser que merece el desprecio de la burla (la exclusión del entendimiento, la afrenta del engatusamiento absurdo). Me recuerda de inmediato la crueldad de los niños de primaria, tan aptos para denigrar a quienes se muestran apenas un poco diferentes o menos avezados. ¿Cómo puede alguien ufanarse de ello?, ¿cómo escapar de esa crueldad natural, es decir, sin conciencia ni madurez? La única respuesta que yo encuentro es que sólo a partir de la absoluta inocencia es posible salir del paso.
Otra cuestión que me preocupa: ¿es posible el resarcimiento de la burla? Claro: las disculpas y el perdón todo lo mitigan. Pero ya sabemos que en el anonimato, la impunidad se vuelve no sólo posible sino perdurable. Queda grabada como una marca indeleble, como un destello fijo en la mirada.
Entonces es cuando sobreviene la sensación del ridículo: resulta humillante que otros se "diviertan" a tus costillas y, peor aún, bajo la máscara del anonimato. Hay en todo esto mucho de soberbia disfrazada de tontería: ocurre cuando te tratan como inferior, como a alguien con quien se puede ser mezquino, un ser que merece el desprecio de la burla (la exclusión del entendimiento, la afrenta del engatusamiento absurdo). Me recuerda de inmediato la crueldad de los niños de primaria, tan aptos para denigrar a quienes se muestran apenas un poco diferentes o menos avezados. ¿Cómo puede alguien ufanarse de ello?, ¿cómo escapar de esa crueldad natural, es decir, sin conciencia ni madurez? La única respuesta que yo encuentro es que sólo a partir de la absoluta inocencia es posible salir del paso.
Otra cuestión que me preocupa: ¿es posible el resarcimiento de la burla? Claro: las disculpas y el perdón todo lo mitigan. Pero ya sabemos que en el anonimato, la impunidad se vuelve no sólo posible sino perdurable. Queda grabada como una marca indeleble, como un destello fijo en la mirada.
Me gusta leer las cosas que escribes,aunque en ésta ocasión no fue una experiencia muy agradable, es oportunidad para mi, de hacerte saber que no eres el único.
ResponderEliminarCreo que cuando te enfrentas a situaciones así te quedas con la sensación de no saber qué pasa o qué sentido tiene ocupar el tiempo en dañar al otro, yo también he tenido la mala fortuna de vivir algo parecido
Me identifico con respecto a las sensaciones que te dejan experiencias de éste tipo porque duelen, pero el tiempo nos hace más fuertes y nos sirve para ser más cautos ante situaciones o personas que no tienen nada bueno que decir.
Entiendo que mis palabras no borran la sensación que han dejado en ti, pero lo comparto contigo y te digo ánimo y un abrazo fuerte, que siempre tus días sean mejores
«Cuando el razonamiento sano y el amor tanto el propio como el que se siente hacia los demás obtengan el predominio en la vida, el hombre se hará el verdadero creador de su propia existencia».
Néstor Ivanóvich Majnó
"El que vive sinceramente y encuentra penas verdaderas y desilusiones, que no se deja abatir por ellas, vale más que el que tiene siempre el viento de popa y que sólo conoce una prosperidad relativa".
V. Van Gogh
Con atenta admiración
___M.
(mariana)
Acaso quede la sensación de que la llamada estaba bien dirigida y tú en el apartamento incorrecto.
ResponderEliminarO, por cierto, que las bromas telefónicas también evolucionan... esa no me la sabía.
Un abrazo!
Gracias Mariana: lo aprecio mucho.
ResponderEliminarY sí Juan Carlos, supongo que habría sido mejor utilizar la ironía o la lógica del absurdo para lidiar con la incomodidad del hecho (en lugar de caer en el azote). Haber dicho, por ejemplo: "He vivido la mejor experiencia de mi vida: una mujer desconocida me llamó a casa, me hizo sentir confundido, azorado, capaz de olvidarlo todo... lo cual es de agradecerse cuando uno es masoquista, no tiene buena memoria y a punto está de quedarse sordo". O, en su defecto, decir: "He cometido un grave error que probablemente cambió el destino de varias vidas. Respondí una llamada que no iba dirigida a mí. Me hallaba yo visitando la casa de un amigo, cuando sonó el timbre telefónico. Como él había salido un momento al patio, respondí y me topé con la voz de una chica. El encanto sonoro de sus palabras me cegó por un momento y olvidé que no me hallaba en mi departamento. Todo lo que me decía, me resultó imposible de conciliar con mis recuerdos, lo cual la hizo dudar, temer y colgar de forma repentina. Por más que mi amigo haya muerto, esté ahora yo viviendo en su ex-casa y no me separe del teléfono, ella no ha vuelto a marcar". O mejor: "Hice una llamada al azar en busca de la dicha total. Un hombre me respondió con voz somnolienta. Lo que le dije, de algún modo, lo llevó al éxtasis y el delirio. A mi lado, mi novio atendía su celular, con un rostro impasible y extrañamente exaltado".