28 de noviembre de 2014
La impunidad y el miedo
En México, las "fuerzas del orden" suponen que impartir justicia equivale a cometer nuevos delitos. Según esta lógica, a las protestas contra la impunidad debe responderse con mayor impunidad. Hoy el ejército violentó la autonomía en la Universidad Autónoma de Coahuila. También esta tarde, Sandino Bucio, estudiante de la UNAM, fue "levantado" por policías federales cerca del metro Copilco. Un par de ejemplos de nuestras tradiciones inauditas: en este país la noción de autoridad se asocia con el ejercicio sordo, vertical e impune de la coerción; en lugar de estar ligada al servicio público, al estado de derecho, y a una constatación sencilla: que toda disidencia expresa conflictos sociales cuyas causas es necesario atender. En su lugar, las estrategias de desmovilización a partir de intimidar y perseguir diversas formas de protesta social se ponen en marcha. Es a lo que Rossana Reguillo llama "la gestión política del miedo". Quizá es necesario comenzar a preguntarnos cómo hacer para que ese miedo, esparcido socialmente, se convierta en acción colectiva -en lugar de dejarnos arrollar por el mismo, en lugar de dejarnos someter hasta volvernos hijos de la pasividad, el amedrentamiento y la indolencia.
26 de noviembre de 2014
El cambio no está en el aislamiento
En circunstancias de crisis social, apelar a la solución individual
oculta una ideología conservadora que busca, además de desmovilizar y
despolitizar, cancelar la diferencia. Por eso no me sorprende que en ámbitos de búsqueda espiritual y sobre todo
de desarrollo personal aparezcan este tipo de argumentos (que el cambio sólo debe quedarse en un asunto interior o personal). En parte
porque algunas de estas líneas tienen como sustento la premisa de
concebir la realidad sobre
la base del yo, de modo que su objetivo no es la construcción de
autonomía para lidiar con (y problematizar el) mundo, sino la adecuación
del mundo interior con el exterior. Además, la ideología voluntarista
que hay detrás de ellas (estoy generalizando, por supuesto) también
impide pensar la realidad en términos más sistémicos y complejos. No sé
si esto pasa porque se adaptan a formas de cultura política muy
conservadoras o porque operan, en la mayoría de las ocasiones, en
estratos sociales más altos que tienden a ser menos proclives a
perspectivas disidentes de ver la realidad y más propensas a reproducir
formas de alienación de todo tipo. En cualquier caso,
esas búsquedas interiores (en tanto ponen en contacto con el mundo
emocional) deberían estar proyectadas hacia el encuentro de diversas
singularidades y hacia el contacto con la comunidad propia o ajena.
Quizá las que trivializan o reducen la experiencia a formas del
hedonismo y el sentimentalismo, y no se abren a otras formas de
percibir, por ejemplo, el dolor ajeno, son las que operan en un sentido injustificable: trivializando la realidad y negando formas alternas de
pensar la transformación y el cambio.
24 de noviembre de 2014
Pupilas encendidas
Desde hace semanas, la sensación de la "movilización permanente". Es como si Ayotzinapa hubiera desanestesiado la realidad. No sólo descubro, día a día, constantes eventos (marchas, pintas, pronunciamientos, declaraciones, instalaciones artísticas...), organizados en muchos lugares de la república para protestar contra la inacción política y la indolencia del gobierno de mi país. También me sorprende la viralización de la protesta, su reproducción masiva y global.
Además, veo formas inusitadas de ciudadanizar los sentidos y las emociones: interrupción de actos diplomáticos de representantes mexicanos en el exterior (Bruselas, Buenos Aires, Basilea...), intervenciones visuales de los espacios públicos, contingentes que detentan un carácter pocas veces visto (madres con carreolas, por ejemplo) o que expresan su repudio sin las consignas habituales (unos músicos, durante una de las muchas marchas, se detienen a entonar, de manera disciplinada, el "Nabbuco" de Verdi: ¡Oh, mi patria, tan bella y perdida! / ¡Oh recuerdo tan caro y fatal! ... Traes un sonido de crudo lamento. / Ojalá te inspire el señor una melodía / que infunda al padecer, virtud). La conciencia sobre el horror se expresa aquí y allá, multiplicándose sin fin. Y comprendo de manera rotunda la imposibilidad: el recuento necesario, requiere la participación colectiva. Lo mismo el país.
Algo, entre muchas otras cosas, me asusta. No le dejo de dar vueltas a la idea de que despertar no es un acto permanente. Las formas de la ceguera en las sociedades actuales son tan diversas como efectivas. Por eso, mientras dure, hay que abrir los ojos lo más fuerte posible. Y luego cerrarlos para tomar aire, respiro, descanso. Y volverlos abrir una y otra vez, para transparentar este tiempo, encararlo a plena luz, mirarlo con las pupilas encendidas... para no tener que apagarlas definitivamente -o perderlas, como le ocurrió a Julio César Mondragón, el normalista cuyo rostro nos muestra la fisonomía fúnebre de una nación, habitada por espantos despiertos.
Además, veo formas inusitadas de ciudadanizar los sentidos y las emociones: interrupción de actos diplomáticos de representantes mexicanos en el exterior (Bruselas, Buenos Aires, Basilea...), intervenciones visuales de los espacios públicos, contingentes que detentan un carácter pocas veces visto (madres con carreolas, por ejemplo) o que expresan su repudio sin las consignas habituales (unos músicos, durante una de las muchas marchas, se detienen a entonar, de manera disciplinada, el "Nabbuco" de Verdi: ¡Oh, mi patria, tan bella y perdida! / ¡Oh recuerdo tan caro y fatal! ... Traes un sonido de crudo lamento. / Ojalá te inspire el señor una melodía / que infunda al padecer, virtud). La conciencia sobre el horror se expresa aquí y allá, multiplicándose sin fin. Y comprendo de manera rotunda la imposibilidad: el recuento necesario, requiere la participación colectiva. Lo mismo el país.
Algo, entre muchas otras cosas, me asusta. No le dejo de dar vueltas a la idea de que despertar no es un acto permanente. Las formas de la ceguera en las sociedades actuales son tan diversas como efectivas. Por eso, mientras dure, hay que abrir los ojos lo más fuerte posible. Y luego cerrarlos para tomar aire, respiro, descanso. Y volverlos abrir una y otra vez, para transparentar este tiempo, encararlo a plena luz, mirarlo con las pupilas encendidas... para no tener que apagarlas definitivamente -o perderlas, como le ocurrió a Julio César Mondragón, el normalista cuyo rostro nos muestra la fisonomía fúnebre de una nación, habitada por espantos despiertos.
22 de noviembre de 2014
El uso político de la "ley"
Indigna el funcionamiento del sistema penal en México, falto de
independencia frente al poder ejecutivo y engranado en la lógica de la
represión; en suma, con rasgos no muy distintos a los que tuvo durante
el 68 y en general durante los años del priísmo histórico (detenciones
arbitrarias, tortura sistemática, transgresión a los derechos humanos,
violaciones al debido proceso, fabricación de pruebas, ausencia de
investigación y un largo etcétera). El asombro moral se vuelve mayor
cuando uno se percata que 11 de los detenidos durante las
manifestaciones del 20 de noviembre fueron acusados de cargos más graves
que el ex-alcalde José Luis Abarca, uno de los responsables de los
asesinatos y desapariciones en Iguala, acontecimiento que fue el
detonador de dichas protestas. Paradojas de un país construido bajo el
amparo de la impunidad: María de los Ángeles Pineda, esposa de Abarca y
considerada por la propia PGR "autora intelectual" de los crímenes de
Iguala y "principal operadora" del grupo armado Guerreros Unidos, sigue
en calidad de arraigada, mientras los jóvenes detenidos ya fueron
consignados y enviados a penales federales. El uso político de la "ley"
es aberrante.
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